La prevención del cáncer pasa por llevar hábitos de vida más saludables. Y una de nuestras grandes asignaturas pendientes, sin duda, es la alimentación. Porque confundimos hacer una alimentación saludable con hacer “dieta” a secas, pensando que el objetivo es perder peso, cuando en realidad, se trata de aprender a comer mejor. Algo realmente importante porque una alimentación saludable, junto con la práctica de ejercicio físico diario, puede reducir el riesgo de cáncer hasta en un 18%, según datos del Código Europeo Contra el Cáncer.

Uno de los conceptos que puede ayudarnos a conseguir comer bien sin necesidad de asociarlo con restricciones es la llamada alimentación consciente. ¿Por qué? Porque nos ayuda a diferenciar el hambre física, es decir, las necesidades reales de nuestro cuerpo, del hambre emocional, que básicamente es esa sensación que tiene más que ver con nuestro estado de ánimo que con la necesidad de nutrirnos.

Además, aprender a ser más conscientes del acto de comer nos permite disfrutarlo más. Pero también detectar, por ejemplo, la sensación de saciedad, para no seguir comiendo cuando nuestro cuerpo ya nos está diciendo que es suficiente.

¿Qué es la alimentación consciente?

En realidad, la alimentación consciente se enmarca en una forma de entender la vida de una forma más pausada. Nuestro ritmo de vida habitual nos lleva a vivir muchas situaciones teniendo la mente puesta en otro sitio. Estamos de vacaciones pensando en la vuelta al trabajo. Estamos con nuestra familia pensando en que nos faltan horas de sueño. Y comemos sin fijarnos en el plato que tenemos delante, generalmente viendo la televisión o consultando las notificaciones pendientes del teléfono móvil.

La alimentación consciente nos permite prestar atención plena al momento de comer, siendo capaces de identificar qué pensamos, qué sentimos y cómo comemos. Para ello, prestaremos atención a nuestros cinco sentidos, y a cómo nuestro cuerpo nos habla cuando nos alimentamos.

Por ello, lo más importante es entender que la alimentación consciente no es ningún tipo de dieta. No se trata de renunciar a ningún alimento, ni de seguir unas normas alimentarias. Simplemente se trata de que nos enfoquemos y seamos conscientes de la experiencia que vivimos.

Algo tan básico y sencillo tiene muchos más beneficios de los que pensamos. Por citar algunos:

  • Ayuda a prevenir la obesidad. Al guiarnos por nuestro apetito somos capaces de identificar cuándo necesitamos alimentarnos y cuándo hemos comido suficiente.
  • Mejora la digestión. Comer tranquilo, sin prisas y masticando despacio puede evitar indigestiones o digestiones pesadas.
  • Evita antojos. Al prestar atención a nuestro apetito, evitamos comer por inercia y también permitirnos adelantar o retrasar los horarios de las comidas si lo necesitamos.
  • Mejora el bienestar psicológico. El 90% de la serotonina, la hormona de la felicidad, se encuentra en nuestro estómago.
  • Reduce el estrés y la ansiedad. Ser más conscientes de lo que comemos y de cómo nos sentimos nos va a ayudar a prestar atención a nuestras emociones y lo que nos están diciendo, para que podamos cuidarnos mejor. Facilitándonos un espacio de pausa, calma y autocuidado.

¿Cómo me ayuda la alimentación consciente en mis hábitos saludables?

Como hemos dicho, la alimentación consciente es cambiar nuestra forma de relacionarnos con la comida, y eso lleva tiempo y paciencia. Para ello, fíjate en qué sientes cuando tienes hambre, cómo huele la comida, qué colores tiene, su sabor… Recuerda prestar atención a los cinco sentidos y, si en algún momento te distraes, sé consciente de lo que estabas pensando y vuelve a prestar atención a tu momento. Disfruta del proceso, no te desanimes, y fíjate en los pequeños detalles que ayudan a comunicarte con tu cuerpo. Si tienes dudas, cuenta con la ayuda de un profesional para que pueda guiarte.

Ser conscientes de qué sentimos cuando tenemos hambre, y prestar atención a las sensaciones de nuestro cuerpo mientras comemos facilita conductas de alimentación saludables.

  • No comer sin hambre: Estamos acostumbrados a comer a determinadas horas por convenciones sociales y no según nuestro apetito. Identifica a qué horas tienes más apetito. Si te resulta posible, adelanta o retrasa tus comidas a las horas en las que te apetece más comer. Es preferible comer cuando nuestro cuerpo lo pide que forzarlo. Si eres consciente de cómo se siente tu cuerpo, esto te será mucho más fácil.
  • Prestar atención a los alimentos: Prueba a eliminar las distracciones como el móvil o la televisión. Dirige tu atención a lo que estás comiendo.
  • No comer con prisa: Uno de los problemas del ritmo de vida actual es que nos invita a acelerar nuestro ritmo. Queremos comer rápido para acabar el trabajo pendiente en la oficina o para ir a recoger a los niños al colegio. Si practicas la alimentación consciente podrás dedicar el tiempo necesario para comer, creando un ambiente tranquilo, relajado y agradable.
  • Masticar despacio: Parece algo obvio, pero no solo se trata de dedicar tiempo, sino de saber invertirlo. Si realmente prestas atención a tus sentidos, probablemente masticarás más despacio, lo que te ayuda a disfrutar de la experiencia y a detectar la saciedad. Además, también ayuda a mejorar la digestión.
  • Come en un entorno lo más agradable posible: Por ejemplo, que sea luminoso, tranquilo, ordenado… Aunque hayamos comentado antes que hay que evitar distractores, comer en la compañía de amigos, amigas y/o familiares nos ayudará a disfrutar más de estos momentos.